Hay un señor que suele entrar en la oficina de Renacer a última hora, cuando ya han sido atendidas todas las personas y los colaboradores empiezan a despedirse. Es alto, delgado y de movimientos rígidos, con barba y melena descuidadas. Con corbata y gabardina, siempre va cargado con sus bolsas de plástico desgastadas. La expresión severa y la mirada perdida acompañan a su soledad. Tiene una actitud esquiva y desconfiada, pero camina decidido hacia sus asuntos.

Solo al colaborador que le recibe y atiende habitualmente le presta consideración. Entonces, con sus zapatos rotos hasta los calcetines, pregunta si habría unos de la talla 44. El ropero para urgencias no siempre dispone de todos los artículos y los comercios ya hacía tiempo que estaban cerrados. Pero una colaboradora, que tiene una tienda de ropa y complementos, nuevos y de segunda mano, comentó: “Tengo unos como nuevos, de piel, de Máximo Dutti, que están como esperando”. Cuando los zapatos estuvieron a su disposición, el hombre se los calzó y se convirtió en motivo de aprobación general: “¡genial!”, “te hacen juego con la gabardina”, “¡qué elegancia!”, “de marca”. Más relajado, volvió a preguntar si habría algo caliente para comer, porque llevaba todo el día deambulando y sentía debilidad. Otro colaborador se ofreció para calentarle un plato de judías y una tortilla de atún.

– Si, dijo, muchas gracias. Perdonad las molestias… a todos.

Toda la tensión y el misterio de la figura, forzada por la soledad y el aislamiento, se desvanecieron con una sonrisa de gratitud y satisfacción, que reconciliaba con el mundo. Por unos zapatos casi nuevos y una comida caliente. La transformación de aquel hombre, dejó al descubierto el sentido de la oportuna disposición de todos los colaboradores de Renacer.

Unos zapatos nuevos
Pásalo!
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